Capitulo LXXV.
DE CÓMO EL QUJIJOTE PERVIVE
Dicen que no estoy durmiendo Sancho, que estoy muerto.
Qué encerrado en una jaula me llevaron a casa.
Cuentan, que en mi lecho de muerte, recuperé la razón. ¡Y hasta el nombre!
Que renegué mis andanzas
Y lloré mi locura.
Pero no Sancho, no era yo.
Ése, por el que derramaste tus lagrimas, no era yo.